jueves, 27 de noviembre de 2008

Fondo sur

“Si sabemos quienes sois. Sois los mismos que los del año pasado. Si una compañera vuestra ha venido a mi despacho y me lo ha dicho”. Con estas palabras, no llamó la atención hace un par de semanas la profesora de Estructura Social, Ana Martínez. Todo ocurrió después de que nos pusiera una película y que todo el mundo, y digo todo el mundo refiriéndome a la mayoría de la clase, estuviera hablando. El “mosqueo” fue considerable y sobre todo entendible, la clase estaba mostrando un comportamiento que no era propio de la universidad. Pero lo que bajo ningún concepto es entendible, es que nos cataloguen y nos echen la culpa sólo a aquellos y aquellas que nos sentamos en la parte trasera de la clase. Somos muchos (la mayoría chicos) por lo que se nos oye más que a los demás, pero lo cual no quiere decir que el resto de la clase no hable y comente, porque lo hacen, y en ocasiones, tanto o más que nosotr@s.

Hoy la profesora ha intentado hacer una “especie de práctica” y digo especie porque su contenido y forma ha tenido, en mi opinión, muy poco de didáctico. Escribiendo en un papel nuestras dudas y haciéndoselas llegar “físicamente”, como ella misma se ha encargado de enfatizar, a aquellas personas que creyéramos que nos las podían solucionar, el resultado ha sido que la gran mayoría ha hecho llegar sus cuestiones a la gente de la parte delantera. Su objetivo era claro: concienciarnos de que atrás no nos estamos enterando de nada y que es el resto de la clase, y sobre todo los que se sientan delante, los que realmente atienden y prestan atención. PARA NADA. Que nos sentemos atrás y que hablemos no quiere decir que no llevemos al día la asignatura.

Lo mejor de la clase ha venido cuando la profesora ha dicho textualmente que “la gente de atrás pisotea al resto”. Me parece muy grave hacer esa afirmación. Nadie pisa a nadie y así lo hemos expresado en voz alta para ser bien escuchados. Se ha creado entonces un debate en el que se trataba de valorar cual era la visión del resto de la clase hacia nosotr@s. Nadie ha protestado contra nosotros, ni siquiera esa persona que fue por la espalada y como los chivatos y fulleros a hablar con la profesora. No ha dado la cara. En esas estábamos cuando una alumna ha salido en nuestra defensa diciendo que ella se “había acercado a nosotr@s y somos personas con las que se puede hablar”. ¡Faltaría más! No somos monstruos. Creo que la profesora ha creado un debate artificial sobre lo que ocurre realmente en clase. Entiendo que “desde su visión de socióloga y antropóloga con más de 20 años de experiencia “ pueda valorar la situación mejor que cualquier otro profesor/ra, pero lo está exagerando muchísimo y generando un conflicto social, como ella lo llama, que realmente no existe. Si no hay temas para debatirlos en clase, no se deben inventar otros para hacerlo.

Personalmente me siento MUY AFORTUNADO de haber coincidido en clase con toda esta gente y de poder haberlos conocido, y no me refiero sólo a los del grupo de atrás, sino a la gran mayoría. Creo que somos un grupo con unas cualidades, capacidad de trabajo y ganas que ya las quisieran muchas clases de otras carreras, por algo ha dicho la profesora que somos una clase famosa en la universidad. ¡Y a mucha honra! La diferencia es que nosotros creemos que a la universidad no sólo se va a aprender, sino también a relacionarse y a pasárselo bien. Y le joda a quien le joda, nosotros lo hacemos. Otros, sencillamente, no encuentran la manera.

domingo, 16 de noviembre de 2008

"Mátame José, mátame que lo estás deseando"

Todo aquel que se atreve a ponerle la mano encima a una mujer es una bestia, un monstruo sin escrúpulos. Estamos cansados de entristecernos practicamente cada día cuando ponemos la televisión o la radio y nos enteramos de que una mujer a vuelto a ser asesinada por su marido , novio o ex pareja. Lo llevan a cabo de todas las maneras posibles, usan cualquier arma y les da igual el lugar o la hora. Después tiene la sangra fría de entregarse a la policía como si no hubiera ocurrido nada o el valor de quitarse la vida para no ser consecuentes con sus actos.

El viernes por la noche me dirijía al metro cuando en la acera de enfrente escuché los gritos de una mujer que decía textualmente "Mátame José, mátame que lo estás deseando". No ví forcejeo, ni agresión ninguna por parte del hombre a la mujer, sólo a ella caminar y el hombre detrás como bloqueado y sin saber qué hacer ante los gritos de su pareja. En ese momento se me pasó por la cabeza llamar a la policía o incluso acercarme, pero las malas experiencias que se ven en los medios de comunicación hizo que no me acercara. Continué andando y ví un coche de Policía Nacional en un semáforo a unos 150 m de la pareja. Pensé en avisarles pero cuando llegué a donde se encontraba, el semáforo se puso en verde y el coche arrancó dirijiéndose hacia el hombre y la mujer, por lo que esa patrulla ya estaba avisada del suceso. Al bajarse los policías del Picasso, la mujer fue hacia uno de ellos y el otro fue hacia el hombre con el que se puso a dialogar quizás pidiéndole explicaciones. Yo giré una esquina y ya no ví más, no se en que acabaría la situación.

En el párrafo anterior me he referido a aquellas experiencias que vemos en los medios de comunicación, y más concretamente a la agresión que sufrió un profesor de Universidad, Jesús Neira, a manos de Antonio Puerta tras defender el primero a la novia de este último ante una clara agresión. Y es aquí donde alucino y me indigno con el programa "La Noria" de Telecinco por dar la oportunidad a la mujer agredida en este caso, Violeta Santander, de seguir llenándose los bolsillos de dinero a costa de la acción heróica de Jesús Neira. Sólo buscan la carnaza para ganar audiencia y no dudan en ofrecerle grandes sumas de dinero. No tienen dignidad ni muestran respeto por la mujer que tiene a su marido ingresado en un hospital desde hace meses. Vale ya de darle bola a esta mujer que además de no reconocer su maltrato, comercializa con él sin que se le ponga la cara colorada. Vergüenza debería darles tanto a ellos como a ella.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Cada uno hace la guerra por su cuenta

Hoy he estado en la manifestación contra el Plan Bolonia convocada en Madrid. El profesor de Redacción Periodística nos ha mandado "cubrirla" para entregarle una noticia sobre el acontecimiento. He disfrutado muchísimo allí, no por el ambiente que se respiraba (del que ablaré después) sino porque hoy me he sentido periodista por primera vez. Yo y mi libreta íbamos de arriba abajo, hablando con la gente, observando, leyendo, tomando notas y he intentado, creo que consiguiéndolo, dejar a un lado el factor ideológico que se dejaba ver a cada paso que daba y aislarme de la multitud, viéndola desde fuera y sólo como analista de la situación.
Desde el punto de vista de estudiante al que le afecta negativamente el Plan Bolonia, la manifestación me ha defraudado por completo. En un principio no tenía ganas de ir, en la del año pasado el seguimiento fue pauperrimo y no llegamos ni a 2.000 personas, siempre bajo mi estimación. La gente no se movilizó y no me apetecía volver otra vez. En esta ocasión el número ha subido, pero como si no hubiera valido para nada. Los estudiantes estaban divididos, se respiraba un ambiente de crispación. Por un lado el Sindicato de Estudiantes, más preocupado por meterse con el gobierno regional y por pedir una Huelga General, que por acabar de una vez con Bolonia. Unos 200 metros más para atrás, el resto de asociaciones como las Juventudes Comunistas y la CNT, más preocupados por desacreditar al Sindicato de Estudiantes que por acabar también con este plan de estudios que nadie quiere.

Ahora yo me pregunto lo siguiente: ¿Cómo vamos a ser capaces de acabar con Bolonia si no hay unidad entre los estudiantes? No se cuales serán las razones que cada parte tiene en este conflicto, lo que si se es que más importancia tiene acabar con el Plan Bolonia entre todos, que lo que puedan hacer o decir unos u otros. Si a cada manifestación acudiera un 80% de los estudiantes, si todos estuviéramos unidos con el objetivo único y final de acabar con Bolonia, otro gallo cantaría y nuestra voz sería escuchada. De otra manera no veo el modo.

martes, 11 de noviembre de 2008

El amargo sabor de la derrota


Hoy hemos perdido. Hemos vuelto a perder. Dos partidos y dos derrotas. Estoy bastante hundido. A nadie le gusta perder a nada y a mí menos. No dejo de darle vueltas en la cabeza: ese balón al que podría haber llegado, ese despiste en el marcaje, ese pase mal dado... Me gustaría describir la sensación interior que tengo, pero no se si podré hacerlo con exactitud. Me siento mal , muy mal, mi nivel no está siendo el mejor y el equipo lo está notando. La gente sigue llendo a vernos como siempre (chapó para ellos/as) y no les estamos correspondiendo en el campo. Es lo que más me duele, el llegar mañana a clase y saber que nos han visto perder, que piensen que no hemos dado la talla mientras estamos hablando de la practica de redacción que nos toca. Nosotros debemos todo a la afición y a la clase, les representamos.

Me pongo a reflexionar y me doy cuenta de que quizás estamos sientiendo la presión de ser el actual campeón. En nuestro primer año ganamos el título y pusimos el listón muy alto. Ahora todo lo que no sea ganar es un fracaso y de momento lo está siendo. Si pudieramos sacudirnos de encima esa presión el equipo ganaría enteros y empezaríamos a ser nosotros mismos.

Sin embargo que nadie nos de por muertos, que nadie se piense que estamos fuera, hasta que nos quede la más mínima esperanza de clasificarnos vamos a luchar. El fútbol es un deporte que tras perder enseguida te da la oportunidad de resarcirte. Tenemos que ganar un partido y coger confianza. Quedan 8 partidos por jugar, esto no ha hecho más que comenzar y quedan 24 puntos por disputarse. El año pasado empezamos peor y nos clasificamos como mejor 3º. Al final ganamos el campeonato porque creímos en nosotros mismos, teníamos fé y le poníamos muchas ganas.

Que nadie se atreva a dar por muerto al Atlético Jones porque se equivoca, aunque estemos en esta situación, aún no hemos dicho la última palabra.

lunes, 10 de noviembre de 2008

¿La desigualdad no beneficia a nadie?


Dicen que no es más rico el que tiene más, sino el que menos sabe necesitar. Y yo digo que por el hecho de ser un dicho popular o un refrán no tengo porque tragármelo. El refranero español es sabio, si, pero también tiene siempre un refrán que contradice a otro. Desde el punto de vista más materialista, aquel que más capital tenga y más bienes, es más rico. No es lo mismo no llegar a fin de mes, o hacerlo apretándose el cinturón hasta límites insospechados, que comer todos los días en restaurantes o comprar “esto que me gusta, pero no lo necesito”. Nuestra experiencia personal nos dice que la desigualdad social existe y que se hace patente desde que nacemos hasta que morimos, estemos en el lugar que estemos.
Sinceramente, en eso de que la desigualdad no beneficia a nadie, yo no estoy de acuerdo. Si así fuese, lo escrito en el párrafo anterior sería una mera estupidez porque no habría clases sociales y todos llegaríamos a fin de mes de la misma manera. A los ricos les interesa que haya pobres porque así tocan a más a la hora de repartirse los sacos de monedas. Una sociedad igualitaria es una utopía, aunque quizás no demasiado complicada si aquellos que tienen el poder desean llevarla a cabo. Sólo existe un problema, no quieren.